Alguna vez me enamoré a través de un monitor de tubos de rayos catódicos. Uno que tenía
        una leyenda en relieve metálico en una esquina del marco de plástico amarilloso que decía low 
        radiation. Y no fue alguna vez. Fue la primera vez. Todavía me acuerdo de las cosquillas 
        estáticas que sentía entre la piel de mi cara y el vidrio del monitor cuando me acercaba mucho 
        pero sin tocarlo porque creía que si abría en pantalla completa el chat de messenger que tenía 
        con esa persona podía llegar a olerla. Low radiation.

        Seguramente estaba confundido —sí—, y pensaba que esa estática era el hormigueo que en 
        alguna novela o en alguna película habían asociado con el amor. El problema es que también 
        habían asociado al olor con el amor. O al olfato. O a las feromonas. De ahí la —esa— 
        confusión. Ya hoy entiendo que no era posible oler a esa persona a través de los tubos de 
        rayos catódicos. Es decir, entiendo que no era el olor de esa persona lo que podía percibir a 
        través del monitor. Era su amor. O el afán de que me amara.

        El subtle foreshadowing es un mecanismo literario que le permite a una persona dejar pistas 
        sutiles sobre el final de un relato a lo largo del relato mismo. Lo menciono porque ahora, 
        mientras escribo, es el nombre, subtle foreshadowing, de una tendencia grande en varias redes 
        sociales. Yo no lo había escuchado nunca antes, ni lo había usado en ninguno de mis múltiples 
        intentos de escribir para vivir —pero, como dice el presagio, el que escribe para vivir ni escribe, 
        ni vive—, y en realidad ni siquiera lo identifico con facilidad en nada que haya leído nunca, pero 
        ahí está.
        
        La tendencia es sencilla: la gente sube videos que tienen finales trágicos, dramáticos, 
        catastróficos, y anuncia esas catástrofes sin sutileza insertando clips del final del video dentro 
        del recorrido natural del mismo, como epifanías tristes y muy fáciles de decodificar. 

        De pronto es por haber tenido por tanto tiempo y tan cerca la nariz del monitor que hoy hago lo 
        que hago, y que, por ende, hoy escribo esto que escribo. Es un subtle foreshadowing, si se 
        fijan. Igual, no sé muy bien qué es lo que hago. Ni qué es lo que escribo. Pero creo que ese es                                             «o melhor de mim é quando nada sei e fabrico não sei o quê.»      
        el tema con lo computacional. Que en este espacio nunca una cosa es solo una cosa, y nunca                                                                                 clarice lispector, aqua viva
        otra cosa es solo otra cosa. 

        Por ejemplo, esto es una entrada de blog tanto como un texto curatorial —podría ser más lo 
        primero que lo segundo. También podría decir que esta página es un ejercicio de curaduría 
        tanto como un ejercicio creativo. Y, además, podría decir que es un dispositivo museográfico 
        que se sostiene sobre sus —mis— propios deseos, tanto como un dispositivo museográfico 
        que existe por estar asociado a unos deseos que no son míos —aunque por coincidencia casi 
        lo son—, sino de un equipo de curaduría de un museo de arte moderno en Bogotá. También se 
        podría decir que los videos que hacen parte de esta página son hallazgos fortuitos, pero 
        también que son coreografías. Y podría decir que ocurren en la internet, y podría volver a decir 
        que ocurren en la internet, y cada una de las veces que lo dije significaría algo diferente. 
        También podríamos decir que esta página, este texto, estos videos, son páginas, textos, videos, 
        pero también son solo un texto. Un texto escrito en un idioma que nos inventamos para hablar con
        las máquinas, pero que usamos para hablarnos entre nosotros. Un solo texto que conjura a 
        esos otros textos, videos, imágenes y páginas. 

        Todo esto configura, entonces, una norma de ambigüedad. Una norma que atraviesa de lado a 
        lado también a la alquimia, y a lo sublime del vacío o de la pasión, y al animismo, y a las artes 
        del tiempo, y a la inteligencia artificial. Una norma de indefinición, y de innecesidad de definir, o 
        un desfase o un dislocamiento, pero también un encuentro o un puente, entre unos mundos 
        hiper-definidos e hiper-definidores, y otros que operan con otros lenguajes, bajo otros 
        paradigmas, con otros deseos. 

        Una norma, además, mediada por el pensamiento computacional, pero no por el pensamiento 
        computacional euro-moderno y cartesiano, sino por el pensamiento computacional 
        cosmotécnico —the unification of the cosmos and the moral through technical activities, 
        whether craft-making or art-making, diría Yuk Hui—, que hace huecos en las fronteras 
        supuestamente estables entre, por ejemplo, la naturaleza y la cultura, o entre lo animado y lo 
        inanimado, o entre lo humano y lo no humano.

        En últimas, una norma que pone en juego una serie de acciones y de respuestas. Un intercambio de 
        formatos para lo traducible y lo intraducible. Un catálogo de opacidades y transparencias.

        En algún momento de este proceso, que, por cierto, no es el resultado sino la fuga de una 
        residencia que no es de creación sino de curaduría, pero que a veces fue de creación, a esa 
        norma decidí llamarle tecno-misticismo. Yo, claro, no me inventé ese concepto. Es viejo, y se 
        refiere, al final del día, a la capacidad de revisitar las formas relacionales que se articulan entre 
        las personas, otros seres y las tecnologías computacionales por fuera de los marcos epistemológicos 
        racionales. Es decir, un modelo para dejar que mi computadora tenga miedo de morirse. Un 
        espacio para el misterio, el amor, lo sensible, el olor de una persona a través de la radiación, el 
        dolor, el encuentro fortuito, los humanos vaciados, el espacio negativo, la falsa transparencia, el 
        miedo. El tecno-misticismo.




                                                     ***


        
        
        will i burn down my house?: duración: 17:38 min / acción: búsqueda de la sombra de la cámara de Google
        en ubicaciones aleatorias de Google Maps.
        
        kentucky derby: duración: 18:05 min / acción: penitencias de una mujer en una iglesia. La imagen
        fue tomada de insecam.org, una web que aloja transmisiones en vivo de cámaras de seguridad públicas.
        
        道德經: duración: 04:08 min / acción: tres personas creadas con inteligencia aritficial en synthesia.io
        declaman el onceavo capítulo del Dàodé jīng.
        
        rip (reconstrucción interior positivista): duración: 24:53 min / acción: recorrido por el interior de
        modelos 3D publicados en sketchfab.com, y hechos con scaniverse.com.
        
        finalmente, el futuro: duración: __:__ min / acción: composición de ventanas que muestra un fragmento 
        del diálogo que sostienen el pintor y el poeta en el primer acto de Timón de Atenas.
        
        
        volver al inicio
    
    
    
        
    
    
    
    
    
    
    
       
           El proyecto «mi compu tiene miedo de morirse» del Centro de investigación del Museo de Arte Moderno de Bogotá
           está financiado por el Fondo Nuevas fronteras en investigación del gobierno de Canadá [NFRF-2022-00245].
    
           The project «my computer is afraid of dying» from the Bogota Museum of Modern Art Research Center draws upon
           research supported by the Government of Canada’s New Frontiers in Research Fund [NFRF-2022-00245].
    
           Le projet «mon ordinateur a peur de mourir» du Centre de recherche du Musée d'Art Moderne de Bogotá repose sur
           des recherches financées par le fonds Nouvelles frontières en recherche du gouvernement du Canada [NFRF-2022-00245].
        
    
Imagen Fija Imagen Fija Imagen Fija